¿Por qué nos aferramos tan fuerte a
situaciones o personas que nos hacen mal?
¡Si le echamos luz, es tan absurdo!
Pero pronto la mente-ignorante vuelve a
tomar el mando, casi instantáneamente, y nos enrieda la garganta, el
pecho. Y la absurdidad cobra un sentido que huele a inquebrantable,
muy parecido a la sensación que tenemos durante el sueño, donde
estamos seguros de que estamos “despiertos”.
Nos apegamos a situaciones que no
aportan nada bueno, a ilusiones de futuros imposibles (que desde la
inconsciencia seguimos esperando posibles). Y si es al revés, si la
otra parte nos hace bien, nos concede lo que “queremos”, perdemos
el interés, y volvemos a buscar lo inasible. ¿Estaremos educados
para vivir con la mente en el mañana o en el ayer? ¿No es acaso el
hoy, todo lo que tenemos y tendremos, y el único lugar donde podamos
estar realmente satisfechos?
A veces, en los sueños, algunos
logramos “despertarnos” a la realidad de que estamos soñando. La
primera vez, en mi caso, fue algo que me cambió para siempre. Ví
todo ese mundo, y supe que estaba creado por mi mente. Todo fue
claro, por un instante, las proyecciones seguían allí, el mundo
ilusorio estaba frente a mi y yo sabía su verdadera naturaleza.
Luego, muy rápidamente, esa claridad se pierde y, a la primera
distracción, volvemos a creer ciegamente en la realidad proyectada.
En la realidad, no es muy diferente.
Hay momentos de claridad, donde podemos contemplar la naturaleza de
las cosas, pero nuestros hábitos y costumbres nos llevan a
distraernos, y volver a abrazar la ilusión.
Vivimos a diario sufrimientos que nos
hacen sentir malestar, preocupaciones, ansiedad, etc. Y todo debido a
que ignoramos la naturaleza real de las cosas, y nos ofuscamos
sosteniendo firmemente las naturalezas ilusorias que les damos a las
cosas.
Si generásemos el habito, en los
momentos en que algún viento nos mueve de nuestro presente, de
nuestro centro, de detenernos un instante y contemplar la verdadera
naturaleza de las cosas, nuestro mundo cambiaría tanto para bien y
habría paz y tranquilidad.
Ver tanta falta de claridad y su
consecuente sufrimiento en los seres puede ser duro, sonar pesimista,
pero en verdad, si le echamos luz, es el primer e imprescindible paso
para que mute. Y aunque suene tan imposible, es un remedio que solo
puede ser difícil el hecho de comprender lo fácil que es. Tal como
“despertar” dentro del sueño.
¡Claridad para todos y todas!